Quizás algo que las madres de día tenemos muy interiorizado es que nuestras criaturas son personitas y han de ser tratadas como tal; en definitiva, como nos gustaría que nos trataran a nosotras.
Por eso, ninguna de las 10 situaciones descritas a continuación y la forma que tenemos generalmente de abordarlas, son otra cosa más que aplicar el sentido común a la hora de tratar con la infancia.
Lo que la experiencia y el día a día nos han enseñado para contribuir a un desarrollo sano de nuestros niños y niñas.
En este post encontrarás
Uno de los niños se cae y se hace daño
Es muy habitual que, ante la caída de un niño en un parque, un adulto, con toda su buena intención de restar importancia al asunto, se acerque corriendo a levantarle rápidamente y le diga que no llore, que no ha sido nada. No se da cuenta de que no le está permitiendo validar sus emociones.
Una madre de día se acercaría y le preguntaría si se ha hecho daño. A continuación, le abrazaría permitiéndole llorar todo lo necesario, puesto que es lo que el niño demanda en ese momento: consuelo y empatía. Una vez calmado, le ofrecería una cura con agua y gasita (en caso de necesitarlo) y suavizaría su malestar con una tirita.
Usar elementos del parque si no están preparados
Los adultos tienden a subir a los niños una y otra vez a diferentes elementos del parque para los que aún no están preparados.
Las madres de día intentamos que ellos usen estos elementos cuando sean capaces de treparlos por sí mismos. Cuando vemos que por madurez ya podrían hacerlo y despiertan su interés, les animamos a intentarlo e incluso les indicamos dónde pueden poner el pie o la manita para alcanzar esa ansiada meta. Cuando el peque consigue un hito por sí mismo, gana en autonomía y autoestima.
Si no quiere compartir…
¡Qué apurado se ve en el parque a algún papá o mamá cuando su hijo no quiere compartir su juguete con otro niño! «Hay que compartir, hijo…» Es que lo normal es que el niño no quiera compartir su juguete. Igual que un adulto no le deja las llaves de su casa o su coche a cualquiera, un niño no tiene por qué dejarle su excavadora más preciada a otro pequeño.
Si es el niño de una madre de día, lo normal es que nos acerquemos y le expliquemos al otro peque lo importante que es este juguete para nuestro niño. Pero que si decide dejar de jugar con él en algún momento, entonces seguro que podrá utilizarlo.
Si uno de nuestros niños molesta a otro…
Una madre de día nunca puede ignorar un momento de invasión de uno de sus niños a otro peque del parque. Si ve que le ha pegado, quitado un juguete o echado arena en la cabeza, entonces interviene rápidamente, primero interesándose por cómo se siente el niño que ha sido agredido, y luego explicando al suyo propio que eso no puede hacerlo. Igual que a él no le gustaría que le molestasen, le pegasen, le quitasen un juguete o le llenasen de arena, a los demás tampoco.
No cruzamos si el semáforo está en rojo
Es habitual ver a adultos con mucha prisa cruzando en rojo con el niño en el carrito. Lo hacen pensando que, como es demasiado pequeño, no se enterará.
Pero lo cierto es que la calle es un escenario pedagógico perfecto para educar y las madres de día enseñamos a los niños a cruzar correctamente solo cuando el muñequito se pone verde y esperando con paciencia si es el turno de los coches. Nunca debemos olvidar que somos un ejemplo a seguir.
Ante una rabieta, paciencia.
Cuantas veces hemos visto a un adulto tirar de un niño que patalea y llora porque no quiere seguir andando. O lo que es peor, le ofrece que se salga con la suya con tal de que se calle…
Las madres de día sabemos que gestionar una rabieta en plena calle no es fácil, pero tenemos que saber cómo hacerlo.
Si, por ejemplo, el niño no quiere darte la mano para cruzar y llora, lo que hacemos es ponernos a su altura y empatizar con su malestar: «Sé que te sientes mal porque probablemente ya estés cansado o con ganas de llegar a casa a comer, pero hasta que no crucemos no podemos irnos».
Y, a continuación, ofrecerle alternativas. «¿Prefieres darme la manita a mí o agarrarte al carro?».
Si no funciona, tenemos que seguir intentándolo echando mano de creatividad: «Ya verás lo rica que estará la comida que nos espera en casa… Pero antes de llegar a casa, debemos cruzar». Al final, conseguiremos calmarle y cruzará. Nunca una madre de día se ha quedado eternamente esperando en un semáforo 😉
Verbalizar todo lo que va a suceder
Es habitual ver situaciones en las que un niño se ensucia y llega el adulto por detrás y sin avisarle le limpia la cara con una toallita. Esto sería impensable que se lo hicieran al propio adulto. ¡Menudo susto! Una madre de día explica al pequeño cada cosa que va a hacer con él. «Te voy a limpiar la carita, que la tienes muy sucia, ¿vale?».
De esta forma, el niño no se asustará ni le pillará de improviso el encontrarse de repente con un pañuelo en su nariz o una toallita en su cara sin ser avisado.
Darle tiempo y confiar en que podrá hacerlo
La vida adulta hace que vayamos con prisa a todas partes. Y muchas veces, no permitimos al niño intentar las cosas por sí mismo simplemente porque no hay tiempo que perder. Una madre de día trabaja sin prisa, al ritmo del niño. Por eso, cuando éste está preparado para acciones como quitarse solito los zapatos o ponerse el abrigo, espera con paciencia a que desarrolle ese pequeño gesto cada día, sin prisa y sin mermar ese interés autónomo que ha despertado en su ser.
Permitirle mancharse, jugar, explorar…
Hay adultos que van por el parque como la sombra de los niños, sin permitirles caerse, mancharse, explorar y diciéndoles «no» a todo. Esos mismos adultos se sorprenden a veces y nos dicen: «No sé cómo puedes con cuatro, si yo con uno no puedo; se porta fatal».
Quizás es simplemente porque las madres de día les permitimos jugar y les damos distancia, sin perderles nunca de vista, para que exploren, jueguen, suban escaleras, escalen muros bajitos y se manchen si es necesario.
Por supuesto les ponemos límites, pero solo los que vemos necesarios. Y salvo casos extremos, evitamos usar el «no» y ofrecemos alternativas en positivo mucho más eficaces. En vez de decirle: «No grites», mejor decirle en un tono calmado: «Te escucho igual si me lo dices más bajito»
Si llueve, salimos…
Si hay algo que vacía los parques de adultos con niños, es la lluvia. Increíble los poquitos que se ven por la calle, por no decir ninguno, cuando caen cuatro gotas o cuando el parque está mojado. Las madres de día es habitual que salgamos con nuestros niños bien preparados con sus monos de agua y les permitamos explorar el barro y saltar charcos para que disfruten al máximo de la experiencia. Lo mejor de todo, es cuando por la calle nos dicen. «Qué maravilla, qué bien se lo están pasando». Y, desde luego, los días que llueve son días mágicos.
Todas las situaciones anteriores las vivimos continuamente y solo entendiendo la crianza como respetuosa, podemos abordarlas de la forma más positiva.
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¡Gracias por leerme!
*Foto niño llorando: <a href=»https://www.freepik.com/free-photo/baby-is-crying-little-boy-is-crying-heavily_23605359.htm#query=ni%C3%B1o%20llora&position=2&from_view=search&track=ais»>Image by user15285612</a> on Freepik
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