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Las madres de día aplicamos en nuestro día a día los principios de la pedagogía Pikler y de otras pedagogías respetuosas
Somos profesionales de la educación que entendemos la crianza desde los cuidados y el respeto al ritmo individual
Las madres de día ejercemos nuestra labor con los niños en el día a día de forma totalmente respetuosa. Y esto no necesariamente tiene que ver con seguir estrictamente una pedagogía concreta, sino que la mayoría podemos decir que nos nutrimos de las bases de diferentes pedagogías con una máxima: aplicar el sentido común por el bienestar y el desarrollo óptimo de la infancia.
En nuestro afán de seguir formándome en la profesión y aprendiendo de otras experiencias, asistí recientemente junto con un grupo de compañeras de la Asociación de Madres de día de Madrid- Amadima a un curso online de La Semilla Violeta: «El papel del adulto desde la pedagogía Pikler».
En el mismo, impartido por educadoras del instituto Lóczy Pikler de Budapest, he podido comprobar el gran paralelismo que existe entre nuestra forma de hacer y los principios de esta pedagogía en la crianza. Una crianza que la pediatra Emmi Pikler, referente de educadores y educadoras, desarrolló durante años en la Casa Cuna de Budapest, un hogar dedicado a niños huerfános durante el periodo que siguió a la Segunda Guerra Mundial.
El foco en los cuidados para sostener el vínculo afectivo
Los cuidados son una parte fundamental y prioritaria en la pedagogía Pikler. También en nuestro día a día. La manera de fortalecer el vínculo afectivo con el niño que llega nuevo a un nido o casita de madre de día es precisamente cuidando la atención individualizada en momentos muy puntuales, como puede ser, por ejemplo, un cambio de pañal.
A diferencia de lo que puede suceder en un espacio en el que se multiplica por cinco nuestra ratio, donde el cambio de pañales se realiza a toda velocidad y como mero trámite necesario, nosotras nos lo tomamos como un momento de calma, en el que nos enfocamos en interactuar a través del bebé con miradas, caricias, sonrisas… No es algo que hacemos para salir del paso, sino que nos tomamos nuestro tiempo para proporcionar al pequeño la calma y la seguridad necesarias en un momento muy delicado e íntimo.
Movimiento libre en el desarrollo
Al igual que sucede en la pedagogía Pikler, las madres de día fomentamos el juego libre de nuestros niños y niñas. Y para ello disponemos de espacios seguros y materiales versátiles con los que poder explorar libremente sin que necesariamente tengamos que estar diciendo en cada momento qué y cómo lo tiene que hacer.
Generalmente empleamos objetos reales de la vida cotidiana, otros de diferentes materiales con los que explorar y que permiten realizar con ellos muchas actividades; contenedores que les permiten hacer colecciones, seriar, trasvasar…; juguetes sobre roles adultos: botiquín, cocinita, muñecos, carritos…
Y tenemos en cuenta las diferentes edades del niño. A un bebé que aún no es capaz de desplazarse le ponemos objetos adecuados a su alcance en la zona superior de su cuerpo y a los que ya se voltean y gatean se los dejamos a cierta distancia para que los alcancen.
A los niños que ya se ponen de pie o caminan les dejamos los juguetes y materiales a su alcance para que decidan con qué quieren jugar y explorar. Y de vez en cuando guardamos unos y sacamos otros nuevos para que no se cansen de siempre los mismos.
No intervenimos en el juego, a menos que nos lo pidan
Por norma, las madres de día al igual que sucede en la pedagogía Pikler, no intervenimos en el juego de los niños, sino que somos meras observadoras. No nos sentamos a enseñarles cómo tienen que construir una torre o hacer un puzzle.
Pero, ¿qué ocurre si parte de ellos el pedirnos ayuda? A veces sucede que un niño quiere construir una torre y nos pide ayuda para que le enseñemos. Nuestro papel aquí es sugerirle quizás cómo podría hacerlo, o quizás invitarle a hacer algo más sencillo con esas mismas piezas, por ejemplo, juntarlas en una bolsa o meterlas en un contenedor.
A veces también es muy habitual que en el parque se acerquen a nosotras con cubitos de tierra simulando que son una tarta o un plato de espaguetis. En este caso, aceptamos con gusto su comidita y de esta forma entienden que son importantes para nosotras porque participamos en su juego, si bien nuestro objetivo es salirnos de él una vez que ya nos han traído esa misma tarta tres o cuatro veces. Esto, que aprendí en el curso sobre Pikler, es fundamentalmente para prevenir conflictos.
La importancia de permitirle ser autónomo
A la hora de vestirse y desvestirse les dejamos que se tomen su tiempo y nos vamos comunicando con ellos mediante miradas, palabras suaves o gestos amables para que levanten el bracito si les estamos poniendo un body, por ejemplo.
Si son capaces de ponerse un gorro o de despegarse el velcro para quitarse los zapatos les damos su tiempo para hacerlo a su ritmo, y no lo hacemos nosotras por ellos.
Llega una edad en el desarrollo del niño en que quiere hacerlo todo «yo solito» y hay que permitirle que lo haga, pues es la forma en la que vamos a fomentar su aprendizaje.
Es precisamente además esta confianza que le damos, la que favorece plenamente que se sienta un ser independiente, autónomo, importante y respetado.
A la hora de comer, les permitimos que lo hagan solitos y se manchen, porque será la única forma en que aprendan a hacerlo.
Somos sus modelos a imitar
Al igual que sucede en la mayoría de las pedagogías que entienden la crianza desde el respeto, las educadoras, o en este caso las madres de día, nos convertimos en un auténtico ejemplo para nuestros niños y niñas.
Por eso, aunque ellos no participen directamente de momentos como ordenar una habitación después del juego o limpiar la mesa después de comer, nos están viendo hacerlo y a veces quieren unirse a nosotras y tenemos que permitírselo, proporcionándoles, por ejemplo, un trapito para que nos ayuden. De esta forma, están aprendiendo a hacer desde el ejemplo y el juego y no desde la imposición.
En definitiva, las madres de día, entendemos la crianza desde el respeto y somos conscientes de que tenemos que seguir nutriéndonos de pedagogías como Pikler, que nos permiten crecer para guiar a la primera infancia.
Sin embargo, inconscientemente nuestra labor y nuestro hacer se asienta en sus principios, pues es precisamente el gran respeto que sentimos por la infancia el que nos dirige en nuestra labor diaria.
Si quieres profundizar más sobre nuestro trabajo como madres de día, te invito a leer este otro artículo que escribí: Cómo actúa una madre de día ante estas 10 situaciones
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Como siempre, muchas gracias por estar ahí.
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