Silvia López (Amadima): «Las administraciones deben legislar una profesión que es una realidad»

Silvia López (Segovia, 1981) es licenciada en Magisterio y lleva 10 años ejerciendo como madre de día en la Comunidad de Madrid. Cada día abre las puertas de su hogar en Perales del Río (Getafe) al cuidado de cuatro niños y niñas de 0-3.

Su proyecto, La Casa de LuMa, le ha permitido vivir de una profesión que ama, al tiempo que conciliar con su propia maternidad.

Desde enero de 2020 es presidenta de la Asociación de Madres de Día de Madrid (Amadima) y lucha porque las administraciones regulen completamente una profesión que desde hace años es una realidad en toda España.

-Llevas 10 años ejerciendo como madre de día en tu proyecto de La Casa de LuMa… ¿qué es lo que le dirías a una persona que quiere iniciarse en esta profesión?

Lo primero, le daría una gran bienvenida. Lo segundo, le diría que se formase, no sólo con las titulaciones obligatorias para poder ejercer como madre de día, sino en pedagogías respetuosas. No digo sólo formaciones regladas, o muy extensas en tiempo y forma, pero sí tener ideas claras de la filosofía que vamos a transmitir desde nuestra casita de madre de día. Y tener claro que esa formación va a ser continua. Ésta es una profesión muy gratificante, pero solitaria, así que también le animaría a buscar apoyo en compañeros y compañeras de profesión, ya sea por proximidad o formando parte de una asociación.

-Antes trabajabas en el ámbito formal de la Educación Infantil, ¿por qué decidiste convertirte en madre de día? ¿qué te hizo a ti dar el salto?

Trabajé durante casi diez años en una escuela infantil y fue la maternidad la que me descubrió la profesión de madre de día. Había muy poca información al respecto en esa época; muy pocas madres de día en activo, no había regularización, con lo que la idea se quedó en la cabeza. Fue con mi segundo hijo, ya con más formación sobre pedagogías respetuosas, un hogar más adecuado para ejercer como madre de día y apoyo por parte de mi pareja, cuando decidí dar el salto. El empujón me lo dio la primera familia que entró en La Casa de LuMa, a la que estaré eternamente agradecida.

-¿Qué dirías que es lo más gratificante de trabajar «cuidando» a la infancia en tu propio hogar?

Lo más gratificante es tener el tiempo necesario para cuidar y atender de manera individual. Conocer a los niños, que ellos te conozcan, que con sólo una mirada sepas si les pasa algo, que distingas hasta sus «olorcitos». Sentir que no sólo abres la puerta a esos niños, sino también a las familias y poder ayudarles desde la experiencia en la crianza de sus hijos. También fue gratificante poder trabajar y estar cuidando a mi propio hijo hasta que fue escolarizado. Ser madre de día no solo ayuda a las familias que optan a estos proyectos en su conciliación familiar- laboral, sino a nosotras mismas.

-¿Y lo más duro a lo que te has enfrentado como madre de día?

Esta pregunta me la he tenido que pensar muy bien, porque realmente no me he tenido que enfrentar con algo duro solo por el hecho de ser madre de día. Lo más duro vivido en toda mi carrera ha sido el cierre por la pandemia de Covid, pero esto no solo afectó a las madres de día, sino a miles de autónomos y empresas. Quizá sí ha habido desilusiones. Ha habido familias que por diversos motivos han abandonado, o no han empezado, dejándote colgada una plaza en el último momento, y esto en estos proyectos tan pequeños es una herida grande. Pero de lo malo siempre se puede sacar algo bueno, y esas plazas se han ido cubriendo de familias que no sólo han llenado la casita, sino el corazón.

-¿Te has arrepentido de tu decisión? ¿alguna vez has sentido vértigo ante tu futuro?

No, nunca me he arrepentido. Algún momento de flaqueo, o vértigo sí, sobre todo al principio, por no llenar las plazas, cuando no había regulación, cuando nos regularon e hicieron las primeras inspecciones…

-¿Piensas en jubilarte como madre de día?

¡Muy buena pregunta! Por un lado, me encantaría. Ser madre de día hasta el final de mis días como trabajadora sería maravilloso, ya que es una profesión que me encanta. Pero hay que ser realistas. ¿Tendré capacidad física y mental para atender a cuatro menores de tres años con setenta años? ¿Habrá familias que, al abrirles la puerta una «abuela» confíen en mí? La realidad es que con esta profesión no nos hacemos ricos como para poder ir ahorrando para nuestro futuro y las bases de cotización de los autónomos no son como para poder jubilarse anticipadamente. De todas formas, aun me quedan años para pensar si necesitaré un plan b, jeje.

-Además de madre de día, eres la presidenta de la Asociación de Madres de Día de Madrid (Amadima) y, como tal, abogas por la calidad y la regulación de la profesión en la Comunidad de Madrid. ¿Qué opinas de que haya personas que puedan a llegar a trabajar como «madres de día» sin poseer la titulación apropiada?

Cumplir unos requisitos para ejercer como madre de día es respetar y cuidar a la infancia. Una de las muchas causas por lo que es necesaria una regulación, ya conseguida en Madrid, es proteger a la infancia. ¿Quién nos asegura que esa persona sin titulación tiene las capacidades necesarias para atender a los niños? Y si las tiene, quiere ejercer como madre de día, ¿por qué no obtiene una de esas titulaciones? Mi opinión quizá resulte dura y tajante, pero esas personas no son madres de día, ni respetan la profesión ni la infancia. Si en otras profesiones
no se acepta el intrusismo (¿abrirías una farmacia sin tener titulación?), ¿por qué nosotros tenemos que aceptarlo?

-¿Qué es lo que te aporta estar en un grupo de personas como Amadima?

La profesión de madre de día es un trabajo en solitario. Tu sola emprendes tu proyecto, das forma a la casita, atiendes a los niños, a las familias… y esto tiene sus pros, pero también sus contras. Pertenecer a un grupo de compañeras que están en el mismo plano que tú, da seguridad. Si hay alguna duda (pedagógica, empresarial) seguro que alguien tiene la respuesta. Si hay algún flaqueo, seguro que te dan ánimos. Podemos ayudarnos a llenar la casita, pasando el contacto a alguna familia. Compartimos ideas, cursos, información… A mí me aporta eso, acompañamiento, ayuda, consuelo, confianza, pertenencia. Y para seguir dando visibilidad a esta profesión es más fácil siendo grupo, que una pequeña hormiguita.

-Estás apoyando la regulación en otras Comunidades autónomas, ¿qué consejo le darías a esas madres de día que ejercen, muy a su pesar, cumpliendo con todos los requisitos, en comunidades donde no hay regulación?

En este momento hay un movimiento muy bonito e interesante por parte de ciertas comunidades autónomas para exigir a las administraciones una regulación. Como ya he dicho, a nivel individual es complicado luchar para que esto ocurra, pero creo que unirse a nivel regional puede ayudar. Es verdad que algunos territorios son pocas profesionales y asociarse de esa forma es complicado, pero lo importante es que sigan ejerciendo con autorregulación, para cuando llegue el momento de la legislación (que llegará, las Administraciones no pueden tener este vacío legal a algo que atañe a la infancia) puedan mostrar su valía.

-¿Algún día crees que esta profesión estará tan extendida como en otros países vecinos de Europa?

Pues esto depende en parte tanto de la administración, como de las propias madres de día. Por parte de las administraciones, ellos deben legislar una profesión que es una realidad. Por otro lado, las madres de día tenemos que darnos visibilidad, llegar a toda la sociedad, enseñando lo que es una madre de día (y lo que no es). Es un camino largo, pero yo soy optimista y creo que podremos conseguirlo.

-Por último, ¿eres feliz con tu trabajo?
¡Mucho! Yo siempre dije que quería tener tres hijos y así ha sido: mis dos niños de «carne y hueso» y mi proyecto como madre de día. Siento un gran orgullo por los tres.

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