Si estás quemada, ¿por qué te cuesta dar el paso?

Quemada

Si estás quemada, ¿por qué te cuesta dar el paso?

La historia que relato en el siguiente post, y que algunas muy probablemente ya me habréis escuchado o leído, me ocurrió hace tiempo en mi parque de todos los días.  Una conocida se acercó a mí para decirme: «Yo tengo claro que cuando los niños cumplen 2 años necesitan la escuela».

En ese momento, yo, que estaba con ella observando en la distancia a mis niños y niñas del nido felices, mientras jugaban junto a otros niños de otras dos madres de día, trataba de ver el porqué de esa necesidad de que socializaran en otro ambiente que no fuese precisamente ese lugar, una verdadera «escuela» al aire libre.

Y la miraba atónita porque parecía como que ella no estaba viendo lo mismo que yo.

Esta persona que, por cierto, es educadora infantil, «quemada», y que en ese momento estaba pasando por la desagradable experiencia de un ERTE, estaba esos días cuidando de su sobrino de 2 años en el parque, haciéndole el favor a su hermana.

Yo me atreví entonces a preguntarle: “¿Y no crees que a cualquier educadora infantil a la que le preguntases si le gustaría trabajar en su hogar, creando un proyecto propio y personal, en el que poder atender  a un pequeño número de niños, siendo feliz y ganando más que en la escuela no le encantaría?”.

A lo que me respondió: «¡Anda! ¡Y a mí la primera…! Si tuviera dinero para invertir y no viviera en casa con mis padres…».

¿Inversión para montar un proyecto de madre de día?

Poquita, muy poquita. Lo de tener casa propia ciertamente sí es necesario. Ella aún no se había emancipado precisamente, porque su sueldo no se lo permitía.

Muchas veces es esa barrera mental, el no atreverse, el estar en una zona de confort, por mucho que implique estar en ERTE o quemada… la que nos impide apostar por algo diferente y cumplir el sueño de cambiar de vida.

Esta conocida sí estaba viendo lo mismo que yo. ¡Cómo no lo iba a ver! Y estoy segura de que sí estaba valorando lo feliz que estaba haciendo a su sobrino permitiéndole estar rodeado de otros peques en el parque, en mi opinión, la verdadera escuela de la primera infancia.

Pero su situación era de impotencia. Y aun así, trataba de engañarse a sí misma apostando por un modelo en el que ella misma no encontraba su espacio.

Quemadas e impotentes

Recuerdo de mi efímero paso por la escuela infantil como alumna en prácticas, un ‘mantra’ que siempre escuchaba entre las educadoras: «Qué bien les viene a los niños la escuela para socializar». Al tiempo que las veía «quemadas» e impotentes por sus condiciones y frustradas por no tener manos suficientes para poder atender debidamente a tantos niños como les tocaba por aula. Y eso el día que estaba la pareja educativa, que cuando faltaba, se armaba el caos.

Tampoco entendía esa misma afirmación por parte incluso de una pedagoga terapéutica, que venía un par de días a la semana, y entre otras, veía a una niña con necesidades educativas especiales que se tiraba llorando toda la mañana porque nadie podía cogerla en brazos. Bueno, al menos el día que iba la PT la peque estaba más tranquila porque durante un lapso de tiempo había una persona cuidando solo de ella.

Luego me enteré de que su madre no tenía ninguna necesidad de llevarla a la escuela, porque ni siquiera trabajaba, pero había escuchado de voces expertas que era bueno «integrar» a su hija en ella. Lo que no sabía la pobre es que lloraba sin parar y en su aula respiraban el día que la niña faltaba. Sí, es terrible leer esto, pero yo te aseguro que lo he visto con mis propios ojos. Y por supuesto, sin ánimo de generalizar, que no creo que esto siempre sea así, pero yo solo hablo de lo que he visto.

Profesionalización en un ambiente cálido

Cuando alguien me pregunta por qué he elegido ser madre de día, creo que sobra el decir que mis motivos son claros. Considero que, por un lado, doy a los niños y niñas de mi proyecto lo mejor de una escuela infantil, es decir, un cuidado profesionalizado al haberme formado como educadora y, por otro, una atención individualizada en mi hogar, que difícilmente es comparable con cualquier otro espacio.

Una atención que me permite detener el tiempo, seguir el ritmo individual de cada niño y niña y abrazarle todo lo que sea necesario para contribuir a su calma y su bienestar.

Sé que muchas de las que leeréis esto, ya estáis haciendo al menos la reflexión de salir de esa situación, que a veces resulta tan agobiante en el día a día.

Yo me formé para ser madre de día y desde hace tiempo ofrezco mi propio curso online para ayudarte a ti a ser madre de día y abrir tu proyecto si has decidido dar el paso.

Si no es tu caso, y aún te lo estás pensando, me gustaría poder ayudarte resolviendo tus dudas iniciales. Dudas, muy humanas y normales, por otro lado. Si necesitas que hablemos, solo tienes que responder a este post o escribirme a info@comosermadrededia.com.

Y si ya estás decidida, te invito a ver lo que opinan otras personas que han hecho mi curso online y han podido dar ese paso de cambiar de vida tan necesario.

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Arancha Cuéllar

Periodista, educadora infantil y madre de día en La Casita de Pez Austral. Firme defensora del acompañamiento respetuoso a la primera infancia.

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